Agrupaciones sociales y vecinos
independientes de Entre Ríos firmaron un documento que llama a
declarar al maíz “semilla venerable e inviolable” de Abya Yala
(América) y el planeta, y a considerar delito de lesa humanidad la
manipulación genética de esta gramínea con cuna en este
continente.
La severa Declaración se basa en
principios precautorios para advertir los riesgos de la tecnología
de punta y el sistema agrícola a escala, que pueden provocar
estragos en la biodiversidad y en la especie humana en particular.
El documento sostiene que los inventores de semillas transgénicas no tienen derecho a usar el nombre de la semilla natural, es decir: pide que se les prohíba usar el sustantivo “maíz” para denominar organismos modificados, con el fin de evitar confusiones.
Insiste en que la manipulación genética y el cultivo con agrotóxicos están poniendo en riesgo la salud de vegetales y animales, entre ellos la especie humana, y llama a crear en la región litoral un reservorio libre de organismos genéticamente modificados –OGM-.
La Declaración dada a conocer hoy lleva al pie numerosas firmas, algunas de estudiosos de conocida trayectoria en el medio, y miembros de centros de estudios, gremios de trabajadores, programas de extensión universitaria y organizaciones ecologistas. La avalan estudiantes, obreros, gremialistas, docentes, economistas, escritores, ecologistas, periodistas, artistas, investigadores, cooperativistas, profesionales de diversos rubros, y militantes sociales y culturales de la región litoral.
Bajo el título “Declaración en defensa del maíz y la vida”, los firmantes se muestran confiados en que el avance de la conciencia sobre los derechos ligados al maíz “servirá de tracción para la liberación de todas las semillas y para la soberanía alimentaria”.
Dicen que el texto será difundido en universidades, organizaciones ambientales, legislaturas e instituciones diversas, y tomado como base para los estudios y debates en torno de los transgénicos, las patentes sobre las semillas, la producción con agroquímicos a escala y la relación del hombre con la tierra y la biodiversidad.
El documento sostiene que los inventores de semillas transgénicas no tienen derecho a usar el nombre de la semilla natural, es decir: pide que se les prohíba usar el sustantivo “maíz” para denominar organismos modificados, con el fin de evitar confusiones.
Insiste en que la manipulación genética y el cultivo con agrotóxicos están poniendo en riesgo la salud de vegetales y animales, entre ellos la especie humana, y llama a crear en la región litoral un reservorio libre de organismos genéticamente modificados –OGM-.
La Declaración dada a conocer hoy lleva al pie numerosas firmas, algunas de estudiosos de conocida trayectoria en el medio, y miembros de centros de estudios, gremios de trabajadores, programas de extensión universitaria y organizaciones ecologistas. La avalan estudiantes, obreros, gremialistas, docentes, economistas, escritores, ecologistas, periodistas, artistas, investigadores, cooperativistas, profesionales de diversos rubros, y militantes sociales y culturales de la región litoral.
Bajo el título “Declaración en defensa del maíz y la vida”, los firmantes se muestran confiados en que el avance de la conciencia sobre los derechos ligados al maíz “servirá de tracción para la liberación de todas las semillas y para la soberanía alimentaria”.
Dicen que el texto será difundido en universidades, organizaciones ambientales, legislaturas e instituciones diversas, y tomado como base para los estudios y debates en torno de los transgénicos, las patentes sobre las semillas, la producción con agroquímicos a escala y la relación del hombre con la tierra y la biodiversidad.
Los impulsores
La Declaración fue firmada por
miembros del centro de estudios Junta Americana por los Pueblos
Libres –JAPL-, la Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos
–Agmer- Seccionales Paraná y Federación, el Programa de Extensión
“Por una Nueva Economía, Humana y Sustentable” (cátedras de
Economía y Periodismo Económico) de la Facultad de Ciencias de la
Educación de la UNER, el Foro Artiguista Entrerriano, el Foro
Ambiental Waj Mapu, el Grupo de Reflexión Ambiental Mingaché y
personas particulares.
Fuertemente anticapitalista, el documento ataca, sin nombrarla, a la empresa Monsanto, principal beneficiaria del sistema de patentes, transgénicos y uso de herbicidas e insecticidas a escala continental, y a otras similares que acaparan el negocio de venta de semillas (como Cargill), patentes, sustancias químicas e impulsan el sistema de producción mediante pooles especulativos.
El texto llama a “reconocer el derecho de los pueblos a defenderse contra la codicia que está acelerando el camino a la destrucción de los alimentos y la vida”.
Fechada en Entre Ríos, en enero de 2013, la Declaración tiene veinte puntos y una extensa fundamentación posterior, y lleva este acápite: “a 180 años de la usurpación británica/europea de las Islas Malvinas del Abya Yala, y a 200 años de las Instrucciones artiguistas del año XIII”.
Los primeros cinco puntos dicen textualmente: “1-Declarar al maíz (Zea mays) semilla venerable e inviolable de Abya Yala y el planeta, alimento sustancial de la especie humana”.
“2-Desconocer toda patente privada o propiedad intelectual sobre la semilla o la planta del maíz. 3-Luchar contra toda norma o proyecto que condicione la libertad individual, familiar y colectiva en la siembra del maíz, que ponga en riesgo sus extraordinarias condiciones alimenticias o atente contra las variedades. 4-Impugnar el uso de granos de maíz para combustibles e impulsar todas las acciones tendientes a facilitar el cultivo del maíz en forma sustentable y el uso de sus derivados en la lucha contra el hambre”.
“5-Exigir a las autoridades nacionales, provinciales y locales que las personas, empresas o estados que hayan producido mutaciones genéticas en el maíz sean impedidos de usar la palabra maíz o cualquier otro nombre vulgar del maíz en sus variedades y estados. Esto, hasta tanto los transgénicos sean erradicados de nuestros territorios”.
Fuertemente anticapitalista, el documento ataca, sin nombrarla, a la empresa Monsanto, principal beneficiaria del sistema de patentes, transgénicos y uso de herbicidas e insecticidas a escala continental, y a otras similares que acaparan el negocio de venta de semillas (como Cargill), patentes, sustancias químicas e impulsan el sistema de producción mediante pooles especulativos.
El texto llama a “reconocer el derecho de los pueblos a defenderse contra la codicia que está acelerando el camino a la destrucción de los alimentos y la vida”.
Fechada en Entre Ríos, en enero de 2013, la Declaración tiene veinte puntos y una extensa fundamentación posterior, y lleva este acápite: “a 180 años de la usurpación británica/europea de las Islas Malvinas del Abya Yala, y a 200 años de las Instrucciones artiguistas del año XIII”.
Los primeros cinco puntos dicen textualmente: “1-Declarar al maíz (Zea mays) semilla venerable e inviolable de Abya Yala y el planeta, alimento sustancial de la especie humana”.
“2-Desconocer toda patente privada o propiedad intelectual sobre la semilla o la planta del maíz. 3-Luchar contra toda norma o proyecto que condicione la libertad individual, familiar y colectiva en la siembra del maíz, que ponga en riesgo sus extraordinarias condiciones alimenticias o atente contra las variedades. 4-Impugnar el uso de granos de maíz para combustibles e impulsar todas las acciones tendientes a facilitar el cultivo del maíz en forma sustentable y el uso de sus derivados en la lucha contra el hambre”.
“5-Exigir a las autoridades nacionales, provinciales y locales que las personas, empresas o estados que hayan producido mutaciones genéticas en el maíz sean impedidos de usar la palabra maíz o cualquier otro nombre vulgar del maíz en sus variedades y estados. Esto, hasta tanto los transgénicos sean erradicados de nuestros territorios”.
DOCUMENTO
A 180 años de la usurpación
británica/europea de las Islas
Malvinas del Abya Yala,
y a 200 años de las Instrucciones
artiguistas del año XIII
Las organizaciones y las personas
particulares que firmamos al pie resolvemos de común acuerdo
convocar a los pueblos y sus instituciones a:
1-Declarar al maíz (Zea mays)
semilla venerable e inviolable de Abya Yala y el planeta, alimento
sustancial de la especie humana.
2-Desconocer toda patente privada
o propiedad intelectual sobre la semilla o la planta del maíz.
3-Luchar contra toda norma o
proyecto que condicione la libertad individual, familiar y colectiva
en la siembra del maíz, que ponga en riesgo sus extraordinarias
condiciones alimenticias o atente contra las variedades.
4-Impugnar el uso de granos de
maíz para combustibles e impulsar todas las acciones tendientes a
facilitar el cultivo del maíz en forma sustentable y el uso de sus
derivados en la lucha contra el hambre.
5-Exigir a las autoridades
nacionales, provinciales y locales que las personas, empresas o
estados que hayan producido mutaciones genéticas en el maíz sean
impedidos de usar la palabra maíz o cualquier otro nombre vulgar del
maíz en sus variedades y estados. Esto, hasta tanto los transgénicos
sean erradicados de nuestros territorios. También, mientras tanto,
exigir el etiquetado y pintado de OGM (organismos genéticamente
modificados) derivados del maíz no aptos para el consumo alimentario
humano, para aventar cualquier posibilidad de adulteración o
confusión; como el etiquetado de todo producto transgénico que se
introduzca en nuestras dietas cotidianas, por el derecho de los
pueblos a estar informados.(Algunos nombres vulgares: choclo, elote,
mazorca, abatí, altoverde, borona, canguil, capiá, caucha,
cuatequil, malajo, mijo turquesco, millo, zara, panizo de Indias,
cabellos de elote, vellitos de elote, pelos de elote, abaté, avatí,
guate etc.).
6-Atacar por fraude comercial el
argumento engañoso de “equivalencia sustancial” entre las
variedades del maíz y los transgénicos, porque sus efectos sobre la
vida no son los mismos, y en algunos casos están en las antípodas.
7-Determinar si la manipulación
genética del maíz debe ser declarada delito de lesa humanidad, como
se impone por los estragos que puede acarrear al mundo. Hacerlo desde
elementales principios precautorios.
8-Repudiar la producción de
semillas estériles (como la anunciada tecnología Terminator) por
las catastróficas consecuencias que puede provocar en la biología y
la economía; y analizar la necesidad de aplicación de penas graves
a los responsables de contaminación de variedades con semillas OGM
(organismos genéticamente modificados) en cualquier parte del mundo,
en especial en los territorios del Abya Yala, cuna del maíz.
9-Promover el cultivo sustentable
del maíz y la investigación para garantizar la diversidad en
variedades, mejorados, híbridos, considerando los distintos usos,
climas, suelos, latitudes y épocas, y a la vez asegurar el alimento
sano para todos; intercambiar y cultivar las distintas variedades con
acciones colectivas, redes y bancos de datos, y repudiar la presencia
de transgénicos con actitud personal y grupal. Desvivirnos por
mantener las semillas originales, maravillosa herencia sin dueños y
con fines alimentarios. Prestar atención a nuestras propias
experiencias y no poner confianza ciega en la técnica moderna.
10-Defender y promover la
diversidad biológica, y resistir los planes que generan riesgos
gravísimos sobre la salud del ambiente y de la especie humana, sobre
la alimentación de las distintas especies, y sobre los más hondos y
reconocidos derechos biológicos y culturales. Defender la libertad
del hombre y de la semilla misma y los derechos de los seres que
consumen y producen maíz, y combatir toda acción que tienda a crear
o sostener monopolios u oligopolios en la producción y la
comercialización.
11-Denunciar a toda persona,
empresa o institución, pública o privada, que pretendan manipular
genéticamente el maíz aplicando tecnología para obtener Organismos
Genéticamente Modificados –OGM- (lo que debe diferenciarse
claramente de las antiguas y recientes hibridaciones), o que quieran
aplicar mutaciones que impliquen la apropiación de las semillas y de
su genética y generen riesgos innecesarios; y demandar a las firmas
por la apropiación y puesta en riesgo de decenas de miles de genes.
12-Estudiar el modo de expulsar de
nuestros territorios a las empresas que realicen manipulación
genética del maíz o que monopolicen la comercialización del maíz,
y las corporaciones que pidan o faciliten la manipulación genética
o el acaparamiento de patentes sobre las semillas del maíz, o
cualquier otra, o que impidan su libre siembra y cosecha.
13-Prohibir la apropiación
genética por particulares, prohibir el monopolio o el oligopolio de
las semillas, y asegurar la propiedad social de los germoplasmas para
garantizar el principio de libertad, aún en conciencia de que el
maíz no es patrimonio de la humanidad sino del mundo.
14-Desarrollar programas propios,
soberanos, sustentables, sin manipulación genética; asegurar la
calidad del suelo y mejorarla, evitando técnicas que agudizan la
erosión y degradación y exigiendo las rotaciones necesarias,
advertidos de los males del extractivismo de minerales; luchar por la
preservación de las especies, proteger al extremo a las especies
polinizadoras (como las abejas); sostener la soberanía alimentaria y
la producción de alimentos y no de mercancías, con uso altamente
eficiente y austero de energía renovable, con participación de
campesinos (las mujeres y los hombres que trabajan la tierra, sin
distinciones) y consumidores, y con la exclusión lisa y llana del
capital financiero especulativo que todo lo distorsiona.
15-Tomar conciencia de que estos
principios se extienden a todas las semillas sin excepción, pero
hacemos hincapié en el maíz por razones de historia y cultura del
Abya Yala, y de oportunidad, dada la guerra desatada por las
multinacionales (amparadas en el poder financiero que las respalda y
el poder militar de sus estados) contra la libertad de nuestros
pueblos en el uso de un alimento esencial al que todos los seres
vivos, sin ninguna excepción, tenemos derecho (desde el derecho a
agradecer al maíz sus servicios). Subrayar que el avance de la
conciencia sobre el maíz y su divulgación por medios masivos,
escuelas, centros culturales, gremios y diversas entidades, servirá
de tracción para la liberación de todas las semillas y la soberanía
alimentaria.
16-Reconocer que la manipulación
genética del maíz y toda la tecnología comercializada a su
alrededor es un aspecto del sistema colonial extractivista que ataca
hoy también con la megaminería a cielo abierto, la fractura
hidráulica y otros sistemas y proyectos parecidos, con graves
efectos contaminantes en el agua, el aire y la vida.
17-Remarcar el derecho de los
pueblos a defenderse contra la codicia (principalmente del capital
financiero) que está acelerando el camino a la destrucción de los
alimentos y la vida, y reconocer el necesario compromiso de los
pueblos para la superación del estado actual. Advertir que, en un
peligrosísimo maridaje, los grupos de poder económico, político y
militar, multinacional o local, quieren quedarse con la llave de la
vida y la muerte, y los pueblos tenemos el derecho y la obligación
de conocer, organizarnos, resistir y encontrar o crear modos propios.
18-Organizar en la región
litoral, en la Mesopotamia y en Entre Ríos más específicamente,
dadas sus condiciones naturales y otras razones, o en otras regiones,
Zonas o Regiones libres de transgénicos y otras contaminaciones,
para asegurar la naturaleza de las semillas, sean exóticas o
silvestres, incluso con bancos de germoplasmas. Observar que, cuando
tomemos conciencia de los gravísimos problemas generados por algunos
hombres hoy poderosos y cuando los temibles efectos que deben
esperarse del actual sistema ya sean inocultables, esos reservorios
de diversidad biológica permitirán extender y recuperar las
condiciones naturales.
19-Tomar conciencia de que
enfrentamos una secuencia técnica, económica, social y cultural,
que involucra a los transgénicos, los agrotóxicos, el capital
financiero, la expulsión de campesinos, el consumo desmedido de
energía y la naturalización del consumismo como necesario y único
camino. Y considerar que estamos ante emergentes, es decir,
consecuencias de un régimen capitalista con creciente exigencia de
energía y más concentración económica y uniformidad; un régimen
capitalista que se está comiendo el planeta, de modo que la
conciencia ambiental es central, pero no excluyente, para superar
este sistema perverso.
20-Analizar esta problemática no
desde el productivismo o con una mirada muy focalizada, sino desde
las antiguas y siempre vigentes sabidurías y cosmovisiones que nos
devuelven a la armonía de la especie humana en la naturaleza, donde
la tierra no es del hombre sino el hombre de la tierra, donde todos
nos hacemos un alto compromiso con la alimentación sana de todos y
para ello ofrecemos nuestros esfuerzos y nuestra solidaridad; y donde
nos sacudimos el peligro del cientificismo que hoy interviene en
forma irresponsable y toquetea con soberbia una complejidad natural
que no conoce, para poner sus falsas certezas al servicio del sistema
financiero imperante. Estudiar el caso del maíz, como el de todas
las semillas, desde una perspectiva integral, observando las
múltiples interacciones de la naturaleza y la cultura. Y constituir
una Mesa del maíz, para estudiar a fondo la problemática, con las
experiencias de los países de Abya Yala y debatir sobre los
alimentos.
FUNDAMENTOS
Hemos redactado esta Declaración
teniendo en cuenta:
Que el maíz (Zea mays), originario del
Abya Yala (nuestro continente mal llamado América), es considerado
el alimento humano por excelencia.
Que su nombre es una voz originaria de
pueblos antiguos de este continente, y está identificado con la
alimentación sana, abundante, natural, accesible, con mano de obra
campesina.
Que se conocen trazas del maíz como
alimento humano cultivado desde hace más de 6.000 años en el Abya
Yala.
Que hay pruebas del aporte humano en
distintas épocas para que el maíz sirva a la alimentación de
animales y humanos.
Que ninguna nación del Abya Yala,
ningún pueblo, ninguna familia, ninguna persona, de las muchas que
cultivaron el maíz e hicieron esfuerzos para que el maíz nos siga
acompañando en la actualidad han pedido recompensa, o han patentado
la semilla, sino que, por el contrario, todos, durante miles de años,
colaboraron en forma colectiva y compartieron la semilla, los
conocimientos en torno de este vegetal y los ofrecieron al planeta
entero sin pedir a cambio ningún derecho especial y menos arrogarse
la propiedad excluyente de la semilla.
Que esto de la apropiación es un
efecto del capitalismo, que en el caso de las patentes sobre los
genes ya muestra una de sus peores armas destructivas.
Que los estudiosos aportan versiones
distintas sobre el origen del maíz y sus variedades, pero todos
coinciden en que su cuna es el Abya Yala, sea más al norte o más al
sur, de modo que ha sido fuente de vida no en una sino en muchas
culturas de esta tierra, y se fue convirtiendo en vastas regiones del
continente en inspiración y sustento cosmovisional y mítico, de la
identidad de los pueblos productores.
Que no puede atribuirse a ningún ser
humano, a ninguna corporación, a ningún estado remoto o
contemporáneo la creación del maíz y por lo tanto es inconcebible
reconocer título de propiedad sobre la genética del maíz, en
cualquiera de sus variedades. La introducción de un gen en miles,
para quedarse con todos, es un caso claro de usura que debe ser
repudiado y condenado.
Que el maíz forma parte también de la
cultura en general de Abya Yala, el arte y las creencias de nuestros
pueblos y que de una u otra manera las culturas y los pueblos del
Abya Yala y del mundo expresan su agradecimiento y su amor por este
maravilloso vegetal.
Y hemos considerado:
Que poderosos grupos transnacionales
decidieron apropiarse del maíz, con la introducción de mutaciones
genéticas artificiales.
Que esos grupos se aprovechan de sus
ventajas financieras y militares para presionar a las culturas del
mundo y a los estados, convertidos en muchos casos en subordinados de
las multinacionales contra los derechos de los pueblos.
Que también en muchos casos, basados
en el modelo colonial que se resiste a morir, esos grupos se quedaron
(mediante diversas estrategias) con los resultados de investigaciones
realizadas por organizaciones estatales, con logros científicos,
recursos y fondos del pueblo.
Que mientras el maíz es fuente
milenaria de alimentación sana, exquisita, nutritiva como pocas
(rica en carbohidratos, proteínas, grasas y minerales), los cambios
genéticos dan un vegetal manoseado que está en las antípodas del
maíz y por eso no debe darse a ese engendro el nombre maíz. Además
de variar en forma negativa hasta el gusto natural del maíz (por
distintas razones), el engendro está denunciado por enfermar a la
especie humana, incluso con experiencias que deben atenderse porque
demostrarían que el consumo de transgénicos produce el cáncer a
las especies animales que los consumen.
Que la pulverización con agrotóxicos
(bien ligada a los transgénicos) puede enfermar a los embriones
(animales, humanos) y ser teratogénica (producir monstruos), ante lo
cual se imponen los derechos derivados del principio precautorio.
Que las nuevas tecnologías para el
cultivo de transgénicos contaminan el ambiente como pocos sistemas
lo hacen, y ponen en riesgo a miles de especies vegetales y animales,
entre ellas la humana, no sólo con los herbicidas, insecticidas y un
sinnúmero de sustancias químicas sino por la sinergia de esos
productos (se potencian unos a otros).
Que el productivismo de mercancías, en
lugar de la producción de alimentos, conlleva exigencias desmedidas
sobre el suelo, gastos desmedidos de energía no renovable
(petroleodependencia, biocombustibles, etc.), concentración de la
tenencia y el uso de la tierra; intrusión de capitales especulativos
y de tecnología de punta que compiten con trabajadores rurales,
pequeños y medianos productores que son víctimas de migración
compulsiva a centros urbanos para
transformarse sólo en sujetos y objetos del consumismo, expulsados,
desterrados.
Que estas políticas agresivas, cuyo
móvil fundamental es el lucro desmedido con el falso argumento de
‘dar de comer a los más de mil millones que padecen hambre’…
produce desestabilización en la sociedad, flagrante pérdida de
biodiversidad y daños irreversibles en los eco-sistemas y en la
salud del hombre y demás especies. Aunque todo sea presentado con
una pátina de progreso y ciencia, que busca desacreditar a los que
alertan sobre los peligros de este sistema.
Que existen estudios que indican que
los transgénicos no aumentan la producción, y sí aumentan la
concentración de la actividad en pocas manos.
Que no existe ninguna razón para poner
en riesgo la semilla, el suelo, el ambiente, la salud, que no sea la
apropiación con fines de lucro, máxima ganancia y acaparamiento de
bienes que, en realidad, le pertenecen a la humanidad como tal y ni
siquiera eso, porque la tierra no es del hombre sino el hombre de la
tierra. Por eso mismo no cabría declarar al maíz, por caso,
patrimonio de la humanidad, ya que no lo es.
Que el maíz debe ser reconocido por
sus atributos y en sus variedades como alimento de interés común,
primero entre los derechos humanos a la alimentación y entre los
derechos a la vida de todos en el Abya Yala y el mundo todo.
Que la preservación del maíz en todas
sus variedades y propiedades naturales es una obligación de los
pueblos y de sus instituciones en todos los tiempos; que su
apropiación descarada (al buen estilo de como hicieron los europeos
desde 1492 con la humanidad y recursos de Abya Yala) por parte de
grupos y grupúsculos que detentan desproporcionado poder económico
y bélico es ilegítima, y que el ataque a las maravillosas
propiedades milenarias del maíz o la puesta en riesgo de sus
condiciones deben ser considerados atentados contra la humanidad, el
equilibrio del ambiente y la biodiversidad.
Que la complejidad de la naturaleza,
las influencias recíprocas de las especies en los distintos lugares
y en distintas épocas, no pueden ser comprendidas en su real
dimensión por la ciencia, de modo que no existe manera de conocer
las consecuencias reales de la modificación genética de los
organismos.
Que en algunos casos la ciencia ha
determinado, dentro de sus limitaciones, que un OGM puede ser inocuo
para la salud pero se desconocen los efectos de su hibridación con
otros OGM, y de la cadena de efectos de los OGM sobre la naturaleza
en general a mediano y largo plazo.
Que están comprobados los efectos
nocivos de transgénicos sobre las abejas y otros polinizadores, sin
hablar ya del uso desaprensivo de insecticidas, lo cual constituye
una luz roja de alerta para la supervivencia de los insectos y de la
vida toda en el planeta.
Que el sistema de riego masivo con
herbicidas se ha convertido en un peligro grave para la biodiversidad
y la humanidad, en todo el mundo, y principalmente en nuestros
territorios del sur de Abya Yala.
Que el uso del suelo con agrotóxicos
perpetúa un sistema extractivista a escala y presiona para la tala
rasa, todo contrario al poblamiento y a la equidad demográfica y
social con cuidado de la biodiversidad y de la sustentabilidad de la
economía.
Que la soberanía de los pueblos sobre
sus alimentos es un derecho humano esencial, como resistencia al
avance uniformador y expoliador del imperialismo en sus distintas
variantes; y que la especie humana debe velar por todo el ecosistema.
Que la defensa sin concesiones del maíz
se convertirá en un punto para empezar a revertir el sistema de
monopolios y engendros genéticos en todas las semillas sin
excepción.
Que las inquietudes planteadas deben
ser difundidas, estudiadas y debatidas en universidades,
organizaciones ambientales e instituciones diversas, y pueden servir
de base para los debates en torno de los transgénicos, las patentes
sobre las semillas, la producción con agroquímicos a escala y la
relación del hombre con la tierra y la biodiversidad.
Que el maíz es prenda de unidad y
conciencia independentista de los pueblos de Abya Yala.
Entre Ríos, Argentina, enero de 2013.