Abrace a la aurora del verano.
Nada se movia aun en la faz de los palacios.
El agua estaba muerta.
Los campos de sombras no abandonaban el camino del bosque.
Anduve, y despertarón los halitos vivientes y tibios, y las piedras preciosas miraron, y las alas se alzaron sin ruido.
La primera aventura fue, en el sendero ya henchido de frescos y palidos destellos, una flor que me dijo su nombre.
Rei al salto de agua rubio que se desgreñoa traves de los abetos:
en la cima plateada reconocia la diosa.
Entonces retire uno a uno los velos.
En el camino,agitando los brazos.
A traves de la llanura, donde la denuncie al gallo.
En la gran ciudad, ella huia entre los campanarios.
Y las cúpulas, y yo la persegui corriendo como un mendigo sobre los muelles de marmol.
En lo alto del camino, cerca de un bosque de laureles,
la rodee con sus velos amontonados y senti algo de su inmenso cuerpo.
La aurora y el niño cayeronal pie del bosque.
Al despertar era mediodia.
Autor: Arthur Rimbaud - Francia (1854 - 1891)
Nota: Texto sin acentos marcados.
Enviado por: Luis Orlando Carrillo
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